viernes, 16 de agosto de 2013

Factorias de ceguera

No conozco los curriculum de los estudios de arquitectura o los de turismo pero sí ando por las calles, paseo por las plazas y entro y salgo de escuelas, hospitales, tiendas, bloques de pisos, reservo mis vacaciones, descanso en hoteles, viajo en avión, entro a museos o trato con guías turísticos. Los espacios públicos, los edificios, nuestras calles y plazas, los servicios de ocio, turismo y viajes que diseñan unos y otros profesionales son una declaración de intenciones, un TAC cerebral, un mapa mental de la formación recibida, de sus maneras de entender la sociedad, las relaciones y el ser humano.
 La experiencia de recorrer estos espacios con maletas, con un carrito de bebe, con niños pequeños, con 85 años, con familiares TEA o al lomo de una silla de ruedas puede darnos algunas pistas de las prioridades de las personas que diseñan nuestras ciudades o nuestro ocio, de las personas que diseñan estos contextos vitales –físicos y sociales- que facilitarán unas experiencias y dificultarán otras; un entorno impuesto, al fin y al cabo, en el que se ha de producir  la “selección natural” de la fauna humana y que justificará “por naturaleza” injustas desigualdades.

¿Qué parte de responsabilidad tendrán las Universidades en esto? Sus planes de estudios, sus gestores o  docentes. Durante mis años en la Universidad, me pude valer de 4 profesores para despertar mi interés y abrir puertas que después serían mil caminos y posibilidades a partir de los cuales seguir haciendo(me), intentando(me) y preguntando(me). Del resto poco más obtuve aparte de algunas dosis de desencanto y largas sesiones de estudio de contenidos académicos que podían encontrarse idénticos en otros mucho manuales 
 A un lado parecía estar la Universidad con sus cosas imprescindibles y sus cosas inútiles  que aprobar, y a otro lado la vida, la calle y las personas con sus vidas con las que tendría que trabajar unos años después.

Parece que existe un interés creciente por acercar la universidad a la empresa, algo sin duda necesario y útil, pero no intuyo el mismo interés en sacar la universidad a la calle, en conocer la diversidad humana más allá de la tiranía de la normalidad que tan bien encaja con los sonidos de la campana de Gauss y con la manera de estudiar y publicar en revistas científicas y académicas que rinden pleitesía a lo rentable y a lo estadísticamente significativo, mientras se ignora con demasiado frecuencia lo diferente, a las inmensas minorías de los extremos, minorías sin las que las medias, medianas y modas perderían todo su sentido y significado.

Sacar la universidad a la calle, acercarla a las personas y sus vidas no sólo sería útil para mejorar su calidad, para humanizar las relaciones, los profesionales y las empresas, también sería una fuente de innovación social y empresarial, y de desarrollo de nuevos servicios y productos para un mercado y una realidad en la que la diversidad y el cambio están revertiendo el significado de normalidad. 

La gran mayoría de profesores en la universidad que he tenido me han enseñado a observar el mundo desde sus palabras, las que ellos entienden, las que han inventado o las que necesitaban para mantener su nivel de publicaciones y sus despachos. Y esto puede producir ceguera atencional, porque no hay más ciego que el que no quiere ver, o "porque los peces son los últimos en darse cuenta del agua"

Sólo tres de mis profesorxs me transmitieron en la facultad de psicología que hay otras palabras desde las que mirar, o incluso que se puede mirar desde las sensaciones y las experiencias inmediatas. O como dice Glen Murcutt, me enseñaron no a repetir o a creer, sino a descubrir y a observar.

“Nunca pensé en la arquitectura como un objetivo a perseguir sino como algo a descubrir. No tengo la sensación de crear cosas, pero sí de descubrir maneras de hacer. Para mí el mundo es un territorio por descubrir y lo que determina la obra del arquitecto es la manera en que trata de descubrirlo. A los estudiantes les doy siempre dos consejos: que sean pacientes porque la arquitectura necesita tiempo, y que observen. Quien observa termina por ver.” 

Necesitamos algo más que buenas factorías de la ceguera, necesitamos colegios, institutos y universidades que siga haciendo bien lo que hace bien, con todo su bagaje académico y científico, que enseñe sus conceptos y a mirar desde las palabras, pero también que estén más volcadas a la calle, con un humanismo calado hasta los huesos, que enseñe a observar la diversidad,  a preguntar, a descubrir caminos, a rediseñar la empatía, con paciencia y con todos los sentidos. 



4 comentarios:

  1. Es como si algunos espacios fuesen más escaparate que utilidad. Un culto a la belleza pero carente de vida.

    Pues sería un buen comienzo lo que dice Marcutt, "Quien observa termina por ver", por lo menos más allá de lo que le han dicho o hecho conocer.

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  2. Gracias por tu comentario Tamara.
    Estoy contigo, creo que esa sensación de espacios como escaparates más que como lugares donde disfrutar la hemos tenido muchas personas recorriendo o paseando nuevas plazas o espacios públicos, más efectistas que efectivos y útiles como escenarios que faciliten el que todas las personas puedan ser "actores de la vida pública" :)

    Apertas!!

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  3. Magnífica reflexión Manuel, como Tamara me quedo con la reflexión de Glen Murcutt porque todo tiene que ver con todo y es muy cierto que andamos por el mundo como peces sin darnos cuenta, sin ser conscientes casi de nuestras propias limitaciones y esta ceguera nos rapta demasiadas veces y de forma tan injusta de las limitaciones ajenas, que me temo que también son propias, porque es el agua el que da vida al pez.

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  4. Gracias Adela,
    por supuesto, la cita de Glen Murcutt y toda su entrevista es realmente buena e inspiradora. Y sin duda, como tú dices, esas limitaciones ajenas lo son también propias Además de por los beneficios que tiene para todos la accesibilidad y el diseño universal, porque -como leí en un artículo hace tiempo- todos tenemos una silla de rueda esperándonos, los más afortunados porque llegaran a mayores y la necesitarán para moverse, los menos afortunados, porque una mala curva la da cualquiera).

    Muchas gracias Adela por asomarte a mi blog y por tus comentarios

    Un saludo!!

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